jueves, 28 de octubre de 2010

House M.D.



El fascinante mundo del zapping post-almuerzo da muchas sorpresas. Es así que hace tres años me topé con esta serie. Lo que primero me enganchó fueron esas animaciones computadas que explicaban lo que le estaba pasando al paciente, esto generalmente cuando resolvían el caso.

Pero más tarde me atrapó la serie toda, y más que nada su personaje principal.
Una eminencia en medicina, un cerebrito que ademas es inteligentísimo, cínico y nada ortodoxo a la hora de demostrar sus diagnósticos. Si a esto le sumamos unos guiones muy buenos (a veces hace falta reveer un capítulo para cazar algo del todo), diálogos chispeantes y actores que están a la altura para confrontar al por momentos imbancable egocéntrico ateo, estamos frente a un show altamente disfrutable.

Los casos médicos son de normales a rebuscaditos (un foro de discusión de los capítulos hecho por profesionales del rubro, a veces tilda a algunos casi de fantoches), y muchos son resueltos cuando Gregory House tiene una epífanía o le cae la ficha con algo que experimentó antes.

Pero no todo gira alrededor del caso en cuestión. Acá se tocan muchos tópicos humanos, entre ellos lo irónico de la vida y la garcha de las enfermedades.

Y desde ya que el actor que lo interpreta, Hugh Laurie, es un grosso.

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