martes, 10 de noviembre de 2009

Cine sonoro argentino - Tomo II


Cuando hace un tiempo recibi novedades de una libreria por mailing list, me quedé helado al leer sobre como los yanquis querían aniquilar la produccion local. Debe ser muy copado este libro, todavía no lo tengo pero acá va el adelanto que me dejó pensando.

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CINE SONORO ARGENTINO 1933-1943 TOMO II – POSADAS, LANDRO, SPERONI Y CAMPODONICO

Quienes escribían para el cine argentino producido entre 1933 y 1943 encontraban su limite en la articulación actor/espectador. Mientras este último podía, tal vez, reconocer su propia vida cotidiana en esas historias habituales, el actor, figura en ascenso o ya establecida en otros medios, era casi siempre el destinatario del guión: al fun y al cabo era quien vendía el producto.

En esta etapa Manuel Romero se encargaba de rodar sus propios libros y, en no pocas ocasiones lo hacia Luis Cesar Amadori. El vinculo de las estrellas con las Compañías estaba regido por la racionalidad típica de la modernidad capitalista: “la libertad de acción” era el destino de aquellas que no lograban el “éxito” o sea recuperar los costos de producción en dos meses. Conocedoras de las reglas del juego, estas figuras padecían del síndrome de la voracidad y solicitaban cada vez mas dinero.

El cine argentino competía con enemigos locales y con el poderoso cerco tendido por los norteamericanos. Mientras los locales se ensañaban con sus figuras de manera poco sutil, lo que puede comprobarse a través de los brulotes que se les dedicaban en la prensa escrita, el contexto internacional consolidaba sus amenazas. Cuando en 1939 se inicia la Segundo Guerra Mundial, las agresiones contra los pilares de este universo visible se redoblaron. Se podrá verificar en este libro la batalla que libro el cine nacional para sobrevivir, a pesar de los ataques del Departamento de Estado norteamericano.

Hasta el momento, al menos en Argentina, no se había publicado un análisis sobre las verdaderas causas y los canales a través de los que Estados Unidos intentó terminar con la producción cinematográfica local. Si las películas argentinas habían llegado a significar el 32 % de la exhibición en el área latinoamericana, era, por lo tanto, principales competidoras del cine de Hollywood. No es de extrañar, entonces, que se buscaran determinados pretextos para exterminarlas.

El lector comprobará, además, que el cine local se había convertido en una industria que implicaba un considerable aporte de divisas para un país tradicionalmente agroganadero.
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